IDEALES Y PODER
La mayoría creemos en ideales, pero discrepamos en la
forma de llevarlos a cabo, de liderarlos, incluso en matices. La competencia es la regla. Pero además somos envidiosos,
egoístas, avariciosos, con ansia de poder, de dominio. En general, -aunque no
siempre-, los que se acercan al poder son los más egoístas; también hay
idealistas, pero suelen durar poco en la competencia porque no suelen soportar
el navajeo habitual.
La mayoría acuden
con intención de dominio y protagonismo. Utilizan los ideales como consigna,
sin creer realmente en ellos ni tenerlos asumidos, aunque a veces, ni ellos
mismos lo saben y los disfrazan de bien para la mayoría; algunos, incluso se
sienten redentores; suelen ser los más despiadados y algunos llegan a defender la violencia; la historia ha mostrado y presenta suficientes ejemplos.
Hay mujeres y hombres con ideales que pueden ser utilizados
circunstancialmente, pero, si no se dejan manejar, los descalifican y los apartan
de la manera que sea, a veces incluso violenta.
Lo mejor de la sociedad son sus ciudadanos de a pie, la
mayoría silenciosa, muchos de los cuales somos conscientes del juego, y, otros,
se dejan engañar por las técnicas de marketing de los poderosos.
En las dictaduras es fácil identificar el objetivo a
derrocar. En las democracias manipuladas es mucho más difícil. Todas lo están
en más o menos medida. La nuestra es el prototipo de democracia muy manipulada,
basada en gestos, estrategias de comunicación, intentos de copar todos los
órganos de poder, medios de comunicación a su servicio, etc. El momento es
grave
Ángel Cornago Sánchez
Fotografía propia.
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