ESPIRITUALIDAD
En la vida ordinaria,
estamos sumergidos en ruidos de artificio que no permiten que reflexionemos
sobre nuestro propio mundo. Artefactos que nos estimulan de forma poderosa con
mensajes frívolos, engañosos, burdos, sin contenido. Estamos en un momento
histórico de crisis económica, pero fundamentalmente de valores. La cultura, el
arte, la literatura, están en decadencia. La mayoría de los programas de las
televisiones son patéticos. Se crean las condiciones que nos impiden crecer
como personas.
Es una vorágine que nos
arrastra sin ser conscientes muchas veces de a donde vamos. O que nos sume en
el hastío y el aburrimiento.
Considero que es fundamental
la reflexión, el silencio, el tiempo para mirarnos hacia dentro. En ese mundo
interior se puede encontrar consuelo, paz, y cierta felicidad.
No estoy hablando de
religión que lleva implícitas creencias que pertenecen a otro ámbito. Estoy
hablando de espiritualidad, de cultivar ese mundo interior que todos tenemos y
que casi nos pasa desapercibido.
Las condiciones son:
dedicarle tiempo, silencio, soledad en un marco adecuado. He pasado días en monasterios:
Santa María de Huerta, en La Oliva, en Silos. Estoy lejos de las creencias de
esos monjes, pero tengo curiosidad por la forma de cultivar su espiritualidad.
Las condiciones que se crean
en el monasterio son adecuadas. El marco es impresionante, con sus iglesias y
claustros majestuosos; el silencio, escucharles cantar sus rezos… crea un
ambiente especial, muy adecuado para alimentar la espiritualidad. Para
permitirte pasar unos días, no te exigen nada, solo que no vayas de turismo,
que tu objetivo sea alimentar tu espiritualidad, independientemente de la
religión que profeses o aunque no seas creyente. Considero que se podría lograr
lo mismo, en un monasterio budista.
Cuando
hablamos de espiritualidad, no necesariamente hablamos de trascendencia
religiosa. Ese es un aspecto personal respetable. pero defiendo, además como
necesaria, la espiritualidad laica, que está en la reflexión personal, en la
vida interior fomentando el humanismo, el respeto por la naturaleza, por los
otros seres vivos, por las artes, por la responsabilidad como ciudadanos
haciendo que nuestro mundo sea mejor, más justo, más humano, como un deber
imperativo que fluye desde nuestra propia esencia, no porque lo mande ni lo
predique nadie.
De
ahí nace "la libertad": no dejarse manipular ni corromper por poderes
que tratan que seamos manada y fácilmente manipulables, dependientes, poco
pensantes. Debemos defender nuestra autonomía personal reflexiva; en definitiva
ser libres y honrados intelectualmente, cada cual con sus valores, e
implicarnos en que así sea nuestra sociedad.
En nuestro mundo interior está nuestro
equilibrio, y en él la paz y la dosis de felicidad que podamos conseguir.
Ángel Cornago Sánchez
Fotografía: monasterio de Silos