LECTURAS
Entiendo la literatura de entretenimiento,
de historias que ilusionen, de historias que apasionen, que emocionen. Entiendo
y me gusta la ironía, el humor, el sarcasmo. Son esenciales en la vida. Es una
literatura gozosa, evasiva, inteligente, muy útil para llenar el tiempo de
descanso y evasión
No
entiendo la literatura que solo se centra en la belleza sin más mensajes que la
pura estética. Cantar la belleza está bien; cantar la alegría está bien; pero
la vida no es solo alegría, ni belleza, ni
fundamentalmente belleza y alegría,
sino también tristeza, preocupaciones, el ceño fruncido y, esos momentos son
íntimos; la mayoría se viven en soledad.
Todo
arte que pretenda serlo, no quiere decir que yo lo logre, tiene que intentar
conseguir algo más que lo que vea la vista o escuchen los oídos, incluso el
resto de los sentidos; mensajes que son subjetivos en su interpretación, y que
en el que los observa lleguen a producir emoción. No es fácil, pero ahí me
gustaría estar con mis poemas, con mis escritos; que el que me lea sienta que
estoy intentado trasmitir algo más que la literalidad de las palabras. El arte
de la poesía es esa capacidad. En los poemas puede haber, incluso, breves
historias que emocionan.
También
me interesa el compromiso con el ser humano individual y como grupo, con sus
derechos, con sus reglas morales, con su dignidad, con su derecho a no ser
utilizado por los poderosos, ya sean políticos de cualquier partido, o por los
poderes económicos para engrosar sus ganancias.
Por lo cual es importante leer, leer lecturas de evasión, novelas, también poemas, ensayos, pero, que a la vez que nos entretengan nos hagan saltar la emoción, nos remuevan los entresijos de motivaciones nobles, o nos transporten a un mundo imaginario en el que nos sintamos realmente por encima de la burda realidad. Que seamos capaces de vislumbrar que hay otra forma de vivir, más allá de la pura ordinariez en que a veces se convierten nuestras vidas, con el paisaje y el decorado prosaico y a veces pestilente en que estamos inmersos.
Ángel Cornago Sánchez
Fotografía propia. Monasterio de Yuso
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